segunda-feira, 7 de fevereiro de 2011

La Celestina

Mi hija, quédate conmigo un rato
¿Por qué andas arrastrando esa desdicha?
Espérame un momento y te desato
Pero, ¡qué enredo te has puesto, muchachita!

¡Qué amargos son los hechos que adivinas!
¡Qué oscura es la ronda de tu recuerdo!
Y en cuanto a tu corona de espinas:
Te queda bien, pero la pagarás muy caro.

Con tu mirada de fiera ofendida,
Con tu vendaja donde herida no hay,
Con tus gemidos de madre sufrida,
Espantarás a tu última esperanza.

Haz de tu puño algo cariñoso,
Y haz de tu adios un ¡Ay mi amor!
Y de tu ceño una sonrisita,
Y de tu fuga un ¡Ya voy! ¡Ya voy llegando!

Mi hija, ¡qué pena me da de verte!
Dejando olvidado a tu cuerpo
Muy lista, pobre boba, a dedicarte
A la eterna disección de un pecadillo.

Mujer desnúdate y estate quieta
A ti te busca la saeta,
Y es el hombre, al fin, como sangría
Que a veces da salud y a veces - mata.
Y es el hombre, al fin, como sangría
Que a veces da salud y a veces - mata.
(Versão de Lhasa de Sela a partir da personagem-vórtice da Tragicomedia de Calisto e Melibea)